Históricamente el desarrollo de una vacuna puede demorar hasta 20 años desde su diseño y estudios preclínicos hasta culminar exitosamente los estudios clínicos de fases I, II, II y IV. En este momento estaría lista para su comercialización. Lo acontecido recientemente con el desarrollo de las vacunas para la COVID-19 es un verdadero hito y es un magnífico ejemplo de los enormes avances de la humanidad en el conocimiento en diversas áreas.

Estos logros extraordinarios contrastan con lo acontecido en el diagnóstico, atención y el tratamiento de la tuberculosis. Hoy no hay fármacos nuevos para tratar la tuberculosis. Los medicamentos más eficaces usados actualmente datan de 1945 y 1965. Igualmente tampoco hay una vacuna que provea una protección completa. No obstante ser la enfermedad infecciosa que más muertes causa cada año en el mundo. La tuberculosis es una enfermedad que nos acompaña desde el período neolítico y probablemente desde hace 15.000 a 20.000 años y aún sigue cobrando vidas, más aún que el SARS-CoV-2. Grandes hombres han sido víctimas de ella (Ver Personajes famosos que fallecieron por tuberculosis).

No se aprecia hoy un esfuerzo de las farmacéuticas para desarrollar una vacuna eficaz como tampoco el desarrollo de nuevos medicamentos específicos y eficaces contra Mycobacterium tuberculosis  pesar de las súplicas y esfuerzos de la Organización Mundial de la Salud, gobiernos y decenas de fundaciones y organizaciones no gubernamentales en el mundo.

Finalmente es necesario mencionar que este abandono para tan temible enfermedad hizo según la OMS que millones de pacientes en el mundo no fueran diagnosticados oportunamente durante la pandemia, no solamente porque toda la prioridad la ha tenido el SARS-CoV-2, sino también porque la búsqueda de la COVID-19 podría haber generado una desatención o minimización de los signos patognomónicos de la tuberculosis pasando por alto los diagnósticos positivos de muchos pacientes con tuberculosis activa.

Luis Gabriel González Marín